viernes, 13 de abril de 2012

Tengo un moño negro en el corazón.

Me inunda una tristeza pesada de saber que la vida es tan frágil. Ayer fallecieron cinco alumnos y un profesor de la Facultad de Economía en un accidente en la carretera México-Toluca cuando se dirigían a un práctica de campo hacia Michoacán.El profesor impartía la matería de Investigación y Analisis Económico y ellos eran del segundo semestre.

Yo no los conocía, pero cuando me enteré me dolió mi panza, porque mi estomágo es el receptor de toda clase de emociones.

Y hoy todo es silencio y estamos desconcertados.
Se ha puesto un pequeño altar con sus fotografías en la Explanada de la Facultad.
Hay flores blancas y mensajes de apoyo hacía las familias, y una extensiva invitación a los velorios.
Pero, yo no fui, no por solidaridad sino porque no me gusta la muerte.

Todos estamos tristes y lo sé porque hulen a nostalgía.
Tengo amigos que conocen a aquellos que también resultaron heridos y compañeros que tuvieron el honor de ser alumnos del profesor, a quien se le ha reconocido como un excelente docente dinámico que siempre fomanteaba la práctica y visión de la economía real, incluso mi amigo Pedro  me dijo que había sido invitado a ese viaje.

 Toda la Universidad estamos de luto. Indignados por un accidente que arrebato vidas, jóvenes, estudiantes por negligencia.



Honestamente no puedo compartir  el mismo dolor de aquellos que lamentablemente perdieron a sus hijos.
Y tampoco puedo elevar oraciones porque no sé rezar. Pero eso no me hace indiferente ante tan sensible suceso, me uno a los mil minutos de silencio, a las veladoras prendidas, a la lucha por fomentar la responsabilidad ante un volante y a valorar la vida, porque eso nos queda a aquellos que todavía aspiramos aire.